15.1.07

Esta vida es una mierda, y yo soy un pobre infeliz. Vol. 10

Ah, por fin lunes. Después de un largo finde, salpicado de tal y de eso. Volviendo al hilo de la vida, suponiendo ideas sin verlas. De vuelta a la mediocridad perfectamente modificada. Aún sin poder dormir, a pesar de todo. Y, aunque no lo sepas, tú eres la razón por la que no estaba el viernes.

Doce de la noche; mi habitación emana calor y está terriblemente desordenada (hasta para ser mía). No he cenado. El día ha tenido de todo, la verdad (por cierto, gracias, C. y P.). Me he dado cuenta de que odio inmensamente demasiadas cosas. Más tarde me he dado cuenta de que no era lo peor que me podría pasar.

Alguien dijo que prefería un gramo de ilusión a dos kilos de esperanza. La esperanza hace tiempo que me la dejé olvidada encima del piano. ¿Y la ilusión? ¿Qué ilusión? Nosotros, los muertos, no sabemos nada de ilusión... Me entran ganas de Cantar un Hypermusic. Uno de esos, sí, en los que se toca y se canta sin compasión ni disimulo alguno, con el corazón en la garganta. Y qué mas da... Por alguna razón, de entre las mil canciones que rondan ahora mismo por mi cabeza sobresale alguna de blues brothers.


Me paro y pienso. Malo. Puedo intentar evitarme pero al final siempre termino a solas conmigo mismo. Y no me gusta, maldita sea. Hay tantas cosas que se han quedado en el tintero, tantas frases por decir... Al final siempre hay un nudo en la garganta, mierda. Pero a veces cuesta demasiado. Una oración es mucho más que alinear palabras. Y se piensan tantas y tantas gilipolleces al cabo del día... A veces me quedo sin saber cómo describirme a mí, mi estado, mis pensamientos. Pero el lenguaje humano es sumamente limitado en ese aspecto, quizá es por eso por lo que mi cerebro está carcomido por la angustia. Y a veces, el odio. La desesperación, el miedo. Al filo tal vez de una hiperactividad enfermiza.

Hace tiempo llegó la mayoría de edad. Empezó malamente, con una semana de llanto. Acto seguido, una pequeña destrucción de mucho de lo que rodeaba; acción perfectamente calculada y estudiada. Luego la cosa recobró poco a poco la normalidad. Hasta un día, claro. Aquel día. Un año de genuína montaña rusa. Los mejores momentos... Aquellos conciertos en Molino y el auditorio (grandes, muy grandes, desmesuradamente grandes); y un par de días en Argüelles y otro par en el lejano territorio de la República del Flori; otras cuantas noches en la Madrid centro rodeado de la élite de mes amies. Algunos nombres nuevos. Y otros que, inesperadamente, cambiarón su ubicación a mi respecto.

Pero nada ha cambiado. El año pasado a estas alturas no me sentía demasiado distinto. O sí, no sé, tal vez, depende. Mi visión empieza a flojear, fruto quizás de la ingestión de psicodepresores, de no haber parado en todo el día, de las tres horas de sueño de anoche... Esta noche tampoco dormiré en mi cama.


... Diez volúmenes ya... quién iba a pensar que darías tanto juego. A ver cuánto más puedo resistirlo.

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