2.1.07

Esta vida es una mierda, y yo soy un pobre infeliz. Vol. 3.

Pasas la noche sin dormir esperando una respuesta, mirando al suelo con los ojos helados. Y la respuesta no llega. Ni siquiera la habitual retaíla de monosílabos carentes de profundidad alguna. Veinte días a base de conversaciones vacías, sin que una sola palabra contenga una mínima muestra de aprecio, con las mismas frases que comentarías con el vecino del cuarto en el ascensor. Una noche más nada invita a soñar.

A las cuatro de la mañana tiras el teléfono a la papelera y te pegas una ducha. Sales a la calle a fumar un cigarrillo y compruebas que también está fría y desierta. Te corroen los nervios, le das vueltas a todo, mil doscientas frases recorren tu cerebro. Estás demasiado jodido como para emborracharte. Y empiezas a pensar (malo), a plantearte opciones, acciones, omisiones. Pasa por tu cabeza dejar el teléfono donde está y el correo sin abrir. Incluso ensayas a media voz cómo mandar a la mierda a la persona a quien más quieres. Quizás seas demasiado cobarde como para soportar que no todo sale como deseas, pero sientes la necesidad de hacer algo. Incapaz de cohartar la libertad de nadie para obrar como le dé la gana (aunque sea despreciándote) te encuentras en un callejón tapiado: puedes escoger entre morirte en un sueño que dista enormemente de lo que deseabas o matarte de horror sacrificándolo todo sólo por no poder aguantar que te mantengan en la ignorancia.

Mejor ser uno menos que ser uno más. Mejor estar muerto que estar por estar.

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