14.1.07

Esta vida es una mierda, y yo soy un pobre infeliz. Vol. 9.

Si hace unas semanas alguien hubiera tenido a bien contarme cómo iba a ir todo le hubiese tachado de bodoque, de orate, de estulto o de presidente de la patronal, según tuviera el día. Ahora mismo estoy en casa ejerciendo de escritor depresivo. Entretenido, ¿eh? Pero claro, el hecho de que yo esté aquí es el mínimo exponente de las vueltas que han dado las cosas en los últimos días.

Todo cambia y, por supuesto, todo sigue como siempre. Subiendo un poco, bajando un huevo, intentando comprender algo, luchando inútilmente por poner un poco de orden. A las diez de la noche ya no hay ni orden ni ostias, sólo una copa en la mano. Cuando bajas tanto que el suelo te ayuda a incorporarte y ves las cosas claras (no hay nada, cojonudo) alguien aparece súbitamente en tu vida, tapándote los ojos con la cantinela de "¿quién soy?". Y mientras caminas a ciegas intentando averiguar de quién se trata (aunque en realidad conozcas perfectamente su nombre, su cara, el tacto de sus manos) te comes un agujero. Y otro. Y otro más. Y esa persona se va contigo al suelo, caes sobre ella, le haces polvo. Y se te olvida pensar en quién coño es simplemente para plantearte dónde ha llegado gracias, en parte, a tu impagable ayuda. Esa noche te fumas tres cajetillas, te bebes hasta el agua del florero, llegas tarde a clase aunque entras a las dos de la tarde. No duermes, claro, ni sueñas, te duele espirar y estudias con cuidado las heridas y golpes que tienes en el cuerpo. Y no puedes hacer nada, mierda, nada. Una vez más los cambios en tu vida escapan total y absolutamente a tu control.

Ni puta idea de cómo va a acabar todo esto. O sí, realmente la idea del final está bastante clara, pero nadie sabe nada acerca del camino a seguir.

Qué sería del mundo sin Esperfuladores...

No hay comentarios: