5.9.08

Cuentos Hindúes, vol. I

1.- Le das al play.
2.- Lees esto. Está pensado para que dure lo mismo la canción que el texto leído a un ritmo suave.

http://www.youtube.com/watch?v=Rwr1DlkfpUY

Una vez, el sabio Durvassa vino a la capital de Kuntibhoja.
Era famoso por todo el mundo por sus penitencias y meditaciones, y quería pasar unos días con el Rey.
La princesa Kunti había sido designada por su padre para atender las apetencias del sabio.

De hecho, el sabio estuvo tan contento con ella, que decidió darle un presente.
Durvassa la llamó a su presencia, y le dijo que le enseñaría cierto encantamiento. Si lo recitaba, cualqiuer Deva en el que Kunti pensara llegaría a ella.
Ella recibió el regalo con la humildad conveniente de la hija de un Rey, y Durvassa marchó al poco tiempo.

La joven, apenas una niña, no entendió lo que Durvassa había querido decir cuando le explicó que "el ser celestial al que ella invocara llegaría hasta ella". Era tan feliz como un niño con un nuevo juguete.

Era temprano, por la mañana.
Por la ventana del ala este edl palacio podía ver el amanecer. Oriente estaba empapado del color del oro líquido. Las aguas del río chocaban contra los muros de palacio.
Era una escena inolvidable, el sol y sus suaves rayos, rayos que tenían la frescura del amanecer, y el precioso río con su curso brillando con el rojo y el oro del sol naciente.

El paisaje tocó el corazón de la joven princesa. Se perdió en la belleza de aquella visión majestuosa.

Kunti pensó lo maravilloso que sería si el Sol pudiera estar ahí, a su lado.
En un momento recordó el mantra que el gran Durvassa le había enseñado. Cómo, si lo recitaba, el Sol vendría a ella.
Sí, eso era lo que dijo. Él llegaría hasta ella.

La pobre niña, en bendita ignorancia, juntó las palmas de sus manos, palmas que parecían yemas de loto, e invocó al Sol con el encantamiento que había aprendido.

Abrió los ojos, un milagro estaba ocurriendo.
A lo largo del acuoso curso del río, los rayos del sol viajaron rápido. Kunti fue cegada por un súbito resplandor.

Y entonces Surya, el dios del Sol, estaba a su lado. La miraba con una sonrisa divertida.

Kunti estaba extremadamente feliz con el éxito de su ensalmo.
Sonrió, una dulce sonrisa, una sonrisa feliz.
"¡El sabio Durvassa dijo que funcionaría! -dijo ella-. Estaba mirándoos, cómo subíais por el este. El paisaje era tan hermoso, y vos tan bello que quise que viniérais. Así que recité el conjuro que el Sabio me enseñó. Has venido, ¡qué maravilloso!"

El sol todavía sonreía. Dijo "Ahora que he venido, ¿qué quieres que haga?"

"Nada, desde luego -dijo Kunti-. Simplemente pensé en vos e imaginé lo asombroso que sería que estuviérais a mi lado, eso es todo".

"Eso No es todo -dijo el Deva-. Es evidente que no encontraste ningún significado en las palabras del Sabio cuando te enseñó el ensalmo. Te dijo que cualquier Dios al que invocaras llegaría hasta ti, ¿no es cierto?".

"Sí", dijo la princesa, sin comprender en absoluto sus palabras.

"¿No ves -dijo Surya-, que eso significa que el Dios deberá aceptarte y darte un hijo tan bello como el Deva a quien has invocado?".

La princesa estaba desconcertada. No sabía que hacer, o qué decir.

"¡No lo sabía! -dijo-, ¡no tenía ni idea de que las palabras significaran eso! Por favor, perdonadme esta niñería, ¡Id, y salvadme de esta deshonra!"

"Pero eso es imposible -dijo el Deva-, una vez que he sido invocado no puedo marchar hasta haberte tomado. Debes aceptarlo. No puedes escapar del poder del mantra que has usado irreflexivamente".